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Semana Santa no sólo se vive en Iztapalapa

El Universal

Esta tradición también se celebra en cada uno de los 114 pueblos originarios de la capital del país y sus más de 200 barrios

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La celebración de la Semana Santa no solo se vive en Iztapalapa, -la más grande y difundida en la ciudad de México- sino también en cada uno de los 114 pueblos originarios de la capital del país y sus más de 200 barrios, territorios donde se concentra alrededor de 15% de la población del Distrito Federal, dijo la profesora en Antropología Social, Teresa Mora Vázquez.

La profesora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien desde 1987

Investiga las manifestaciones de estas comunidades que se distribuyen en las 16 delegaciones, refirió que además de la celebración en Iztapalapa, destacan las representaciones de la Pasión de Cristo en San Gregorio, Xochimilco; La Candelaria, Coyoacán; y San Juan Ixtayopan, Tláhuac.

Explicó que la representación de la Pasión y Muerte de Jesús es reminiscencia del teatro evangelizador que los misioneros trajeron de España, el instrumento más efectivo de la cristianización y aunque la empresa catequizadora se dio principalmente en el siglo XVI y parte del XVII, y en las centurias posteriores fueron de pleno establecimiento del régimen colonial, "el teatro evangelizante" salió de las manos de la Iglesia y los indígenas lo adoptaron con una intencionalidad propia.

"En el caso de la Semana Santa en Iztapalapa, hay certeza histórica de que precisamente allí los misioneros representaron obras de teatro evangelizador. También hay información acerca de escenificaciones de la Pasión de Cristo en otros sitios del Distrito Federal y en Texcoco, lo que permite pensar que en aquella época estas formas teatrales eran prácticas usuales en la ciudad", explicó.

La particularidad de la Semana Santa en Iztapalapa es la colaboración externa de autoridades delegacionales, más los elementos de seguridad pública y de salud. Sin embargo, en la mayor parte de los pueblos originarios de la capital, la escenificación y la ritualidad sigue recayendo en el párroco, apoyado por la feligresía.

Un ejemplo, anotó la investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS), es la conmemoración de la Semana Mayor en San Gregorio Atlapulco, al oriente de Xochimilco, en la que un grupo de jóvenes denominado los "varones" colabora en la recaudación para los oficios religiosos y en coordinar la participación de los barrios y de los que representarán algún papel.

De igual modo, los "varones" piden la imagen del "Padre Jesús", la cual pertenece a una familia que la ha heredado por cuatro generaciones.

Mora destacó otra escenificación de la Pasión en el Distrito Federal, la que desde 1950 se realiza en La Candelaria, Coyoacán, donde varios de sus participantes trabajaron como maquillistas o en la tramoya de los cercanos Estudios Churubusco.

"Inclusive se promovió su presentación en los programas de televisión que conducían Paco Malgesto, Raúl Velasco y Jorge Saldaña. En 1973 estrenaron su versión de "El Cristo Obrero", que cuenta con los mismos diálogos, pero Jesús es encarnado por un obrero con el objetivo de acercar y conectar más a la audiencia".

Por otra parte, en San Juan Ixtayopan, uno de los siete pueblos de Tláhuac, la Semana Mayor tiene un elemento distintivo: las ‘amarguras'. En vísperas de la celebración, niños, jóvenes y adultos de los barrios de La Lupita, La Asunción, San Agustín, La Soledad y La Conchita, colocan estos descansos rectangulares a través de los cuales pasan los fieles.

Las dimensiones de las ‘amarguras' son variables, en promedio tienen 5 m de ancho y pueden ir desde 12 hasta 25 m de largo y de 3 a 4 de alto. Casi todas se erigen sobre armazones metálicos y tienen techos de lona de los que cuelgan banderitas, piñas, uvas y otras figuras de papel picado, así como naranjas naturales con banderitas de papel.

Independientemente de su colorido o la escenificación de la Pasión y Muerte de Jesús, la investigadora del INAH explica que en términos generales la procesión con imágenes de la Virgen y la cruz se efectúa en el pueblo, el cual se convierte en el espacio sagrado, pues los misterios tienen lugar en las casas de los vecinos.

"Los pueblos originarios le dan su toque al Distrito Federal en términos de la diversidad cultural, la que muchos desconocen. Pese a lo cosmopolita, en la ciudad habitan personas de distinta cultura y ésta se expresa mediante las manifestaciones, en este caso la religiosa. Esto genera una red de relaciones al interior, pero con mucho interés de que se conozca al exterior", finalizó Mora.

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